CHELO DE LA TORRE. TIEMPO DE MEMORIA
Tiempo
de memoria |
SENTIR LA VIDA
Me acerco por
segunda vez, tras la carta de amanecida que supuso el poemario Ángulos,
al pulso poético de Chelo de la Torre (Estación Linares-Baeza, Jaén, 1950)
Licenciada en Matemáticas, docente jubilada e impulsora con Asunción
Cabañero de la revista digital Aschel. Aunque su vocación por
la palabra despierta casi en su etapa juvenil, no será hasta 2017 cuando ve la
luz el ya citado poemario Ángulos, impulsado por la
editorial Nazari, en formato bilingüe, gracias al quehacer del poeta y
traductor literario Samir Moudi que versionó la voz lírica de Chelo de la Torre
al árabe. No es el único espacio de confluencia de lenguas; otros poemas de la
escritora se han incorporado al rumano, con traducción de Elisabeta Botan, y a
geografías verbales como el inglés, alemán y portugués.
El poeta e impulsor de talleres literarios Enrique Gracia
Trinidad firma la entrada a Tiempo de memoria con un pausado
prólogo “Para quedarse aquí” que recuerda, con un punto de distanciamiento e
ironía, algunas contingencias de la poeta; en suma, la búsqueda incesante del
sentido existencial que dé cuerpo e impulso al discurrir, el carácter catártico
y depurativo de la razón poética y el magisterio plural de voces como Jesús
Urceloy y Ángel González, por citar solo algunos referentes próximos.
Poesía, por tanto, que propone un viaje intimista en lo temporal y cuyo afán
introspectivo no pasa por alto la ecuación de lo colectivo.
Chelo de la Torre emprende viaje, explorando un trayecto creador que
integra cuatro tramos. El primero “Este silencio gris” concede al quehacer
metaliterario un espacio básico para el desarrollo argumental. Desde esa
actitud de reconstrucción y búsqueda del sentido de la escritura, ese empeño
tenaz de que la poesía emprenda vuelo y germine en ella el peso leve de la
mirada: “Las palabras resbalan de mis dedos / y los libros se cierran a mi
paso, / no quieren dar ideas que no sirvan. / El mar habla de muertes, de
pateras. / La sinrazón destruye casas, pueblos. / Se me acabó la tinta china,
el folio / que enuncie un nuevo teorema”.
La sección “Polvo de tiza” tiene un nítido carácter de evocación y
recuerdo; aquel tiempo de encerado y polvo de tiza entre las manos, une el
sesgo biográfico de la escritora con el personaje poético. De este modo, van
aflorando secuencias del quehacer laboral: el aula, la leve estela blanca de la
cal, la complicidad de la profesora con la intimidad del alumno que ha
presenciado en su casa los malos tratos del padre o las complejas situaciones
relacionales que un aula de treinta experiencias vitales cobija en sus
pupitres.
El poemario no cierra los ojos a un tiempo presente definido por
parámetros contradictorios. El apartado “Cada vez que te pienso” se abre
con una cita que concede a este abanico de poemas un carácter solidario y
explícito. Dejo aquí los versos de Gabriel Celaya como un pórtico que enlaza
con los espacios colectivos: “Siento en mí a cuantos sufren / y canto respirando”.
Caminan por cercanas aceras el papel callado de la madre que se sacrifica en
casa para que los demás tengan un destino más claro, el perfil invisible de
tantas mujeres sumidas en estereotipos que nunca lograron definirse en
condiciones de igualdad y respeto. Sobrecoge el poema “La niña de la pala”
sobre la explotación infantil o la composición “Bombardeo” que recuerda la
masacre de una escuela de Siria en 2016 en la que murieron veintidós niños. El
sentido crítico contra una sociedad violenta e injusta que multiplica aristas
de desigualdad y pobreza también está presente en “Mujer Palestina”, “El hombre
que duerme en el parque” o “los dóciles”, un alegato contra el cinismo y la
indiferencia.
Si vivir es sentir el inventario de pérdidas, erosiones y olvidos,
la memoria juega un papel esencial en la reconstrucción de sensaciones. El
apartado final “Tiempo de memoria” configura un regreso al pasado que anula
rincones de lejanía. Como recuerda Joan Margarit, el afán comunicativo de la
evocación se va convirtiendo en un único recuerdo de límites imprecisos en el
que se visualizan los itinerarios recorridos en un magma informe. El recuerdo
despliega historias de familia en la posguerra, ese tiempo sombrío de la
carencia, y otros instantes vitales que convierten en niña a quien evoca, o
dejan en su mirada la intacta inmensidad del mar. Son fotogramas que, poco a
poco, van perdiendo su color, como refleja con hermosa andadura el poema “Me
busco”: “Hace días, semanas que me busco, / con ese pensamiento que me oprime /
sin recordar la lista de tareas. / Sin saber dónde hallarme”.
La invitación al pensamiento suma en el epílogo, firmado por
Arancha Martín Martín, el cromatismo de la memoria. Con ritmo pausado, el verbo
reflexivo de la poeta se adentra en una cristalización verbal que amalgama su
“personal visión del mundo”. Tiempo y memoria rastrea la
disolución de la identidad en los miradores de lo cotidiano. Chelo de la Torre
hace de las palabras un asidero fuerte para encender la luz de la evocación; y
lo hace con la cadencia de una poesía precisa, carente de exabruptos retóricos,
que guarda en los recodos del tiempo existencial la mirada indagatoria del
poema, ese juego de luces que amplifica la fotografía del camino.
Si quieres leer los comentarios que en su blog han dejado el enlace es :
https://puentesdepapel56.blogspot.com/2022/02/chelo-de-la-torre-tiempo-de-memoria.html
Gracias José Luis por tus palabras sobre mi libro.
En cada ángulo, se va instalando un poemario: porque todo inicio tiene su camino y cada ángulo, su círculo.
ResponderEliminarEnhorabuena, Chelo.
Un areseña magnífica. Por supuesto, hay que leerte.
ResponderEliminarUn abrazo