viernes, 10 de mayo de 2019

"No podía ser otra cosa" por Luis Solís Mendoza

Reflexiones a propósito de Ángulos, de Consuelo de la Torre






Hace unos meses, por medio de una amiga común, conocí a Luis Solís y al saber que tenía publicado un libro mostró cierta curiosidad por leerlo. Hoy me regala esta reseña que os muestro.
Muchísimas gracias Luis.

Escribir acerca de este o aquel libro resulta una tarea marginal. El libro habla por sí solo; no necesita más defensa que su propio contenido. El comentario, la opinión o la crítica apenas acarician el corazón de las palabras ahí impresas. Es lo que haré en estas brevísimas líneas: acercarme al espíritu poético que Consuelo de la Torre (Chelo, para los amigos) ha volcado en Ángulos (Ed. Nazarí 2017) o, si se prefiere, traduciré el impacto de sus versos sobre mi persona. Al fin y al cabo, la comunicación en la poesía es íntima y altamente subjetiva.


El poeta es libre de toda lógica, puntuación e incluso de cualquier discurso moral. Está por encima de ellos. Es más: tiene el deber de descubrirnos los infinitos ángulos que conforman la realidad. Chelo sabe que este es su compromiso como poeta: «Extiendo el puzle de las letras / y la monotonía de este día / sobre el folio en blanco / e intento ordenar el collage /de imágenes que aparece».

La vida como puzle, como un todo conformado por partes desiguales y necesarias. Sugerente metáfora. Pero la poeta va un poco más allá: cada pieza tiene la obligación de ser tal como es, no puede ser otra cosa: «Los cimientos no los hemos cambiado». Por ello, en Ángulos, el adjetivo no es inquieto, permanece en el sitio que le corresponde; los versos son cadenciosos, ocupando siempre una línea y evitando sorprendentes ejercicios de gimnasia; y la idea del poema se ofrece con sobriedad, sin ligerezas o alardes. Ángulos es la visión fractal de Chelo, de entender que todas las cosas tienen un orden y una función. Aquí se nota su formación en matemáticas: «Hay geometría en todas partes».
A partir de estas nociones, la poeta nos regala su intimidad, sus creencias, sus recuerdos. Nos habla de ese «hombre de costumbres» que fue su padre, del ser una mujer siempre fiel a sus principios y axiomas, de ese cuadrado perfecto que es la familia, de la rutina… Y también nos revela la tragedia: «Tengo que admitir / que las matemáticas mienten». Chelo reconoce que la vida no se rige totalmente por la aritmética o la geometría. En todo caso, estos son tan solo unas esquinas entre muchas. Y sí, fiel a sí misma, la poeta no esquiva el riesgo que supone habitar entre tanto ángulo. Pero aún le queda la poesía como esperanza de renovación personal: «Tengo que hacer limpieza / –y he de hacerlo sola– / subiéndome a los libros para llegar al techo, / escondiéndome para limpiar los rincones».


Enhorabuena, poeta, porque tus versos son la sabiduría a la que todo escritor aspira.

Autor de la reseña: 





Luis Solís Mendoza

Doctor en Filología hispánica, crítico literario y corrector de textos 









Director de  The Thinking Makes




y del Centro de Reescritura